miércoles, 4 de marzo de 2009

La sombra de una duda






















La foto: en alguna plaza de Londres, Septiembre de 2006.


...será como un árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto a su tiempo y cuya hoja no marchita. En todo lo que hace prospera -Salmo 1,3-

CUENTOS DE LA PRINCESA: Érase una vez una bella princesa; su cutis era más blanco que el alabastro, su cabello más brillante que el oro remechado, y su virtud, celebrada en toda la comarca. Un día desposó a un príncipe que era tan apuesto como ella era hermosa; se amaban con plenitud, pero al cabo de un año su felicidad se volvió desesperación. Algunos culpaban al príncipe, diciendo que era arrogante y celoso por naturaleza, pero otros acusaban a la princesa de una debilidad secreta. Con esto se referían nada menos que a su virtud. Pues su virtud, que nadie cuestionaba, la protegía de las atenciones de los admiradores, y le impedía siquiera imaginar la posibilidad de una infidelidad. A causa de su profundo amor por el príncipe, y conociendo bien su propia firmeza, no se fortaleció con altanería, reserva y un temible sentido del decoro. En cambio, aunque siempre respetaba las estrictas normas de la etiqueta cortesana era natural en sus modales, generosa de espíritu y abierta en su amistad con los miembros del círculo íntimo de su esposo. Más aún, su amor por el príncipe la inducía a seguir de cerca los asuntos de la corte, con el objeto de comprender todo lo que a él concernía y aconsejarlo sabiamente. En consecuencia, no era inusual que se interesara por el forastero que llegó una noche en un caballo ricamente aparejado, y que pronto ganó la amistad del príncipe merced a la nobleza de su porte, la osadía de su ánimo, su sed de conocimientos y su don para la elocuencia, pero que no obstante, y diciendo sólo que era un margrave de una tierra distante, lucía en su emblema la palabra "Infelix": el Desdichado. -"La princesa, el enano y la mazmorra", Steven M.-

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